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¡Ay San Valentín! otro año más en soledad

Somos energía

Ni San Velentín, ni San Antonio me han respondido jamás a una oración. Por años, con devota fe les he pedido que me ayuden a encontrar a esa persona con quien disfrutar del amor romántico, pero nada. 

Confieso que después de que me divorcié, jamás he celebrado un catorce de febrero acompañada. Confieso que por años no he sido alguien especial en el corazón de alguien, y si lo he sido, nunca me enteré. 

Yo no voy a caer en lugar común de que el día del amor es todos los días, y que el catorce de febrero es una fecha de Marketing. Soy de las que creo que el ser humano necesita de la metáfora del ritual y la celebración para ayudarse a recordar el significado de la vida. Los regalos, las flores, los dulces, las tarjetas, son símbolos. Simples, pero útiles códigos de comunicación que le dan algo de representatividad y forma al sentimiento y la esencia invisible. 

En este plano físico, siempre necesitaremos de ese intercambio de símbolos para hacer tangible aquello que en esencia siempre está, pero que no se ve, aunque se sienta. El amor, y la necesidad de amar y ser amados, en algunas personas precisa de esa simbología para sentirlo manifiesto; aunque “obras son amores”, y más pesan las acciones conscientes y amorosas, que cualquier otro artilugio que podamos ofrecer o recibir para expresarlo. Pero, en el fondo nos gustan esos detalles, porque el amor nos llama y esos conectores simbólicos nos sirven para demostrarnos que pertenecemos a algo. Cuando nos sabemos queridos es que también recordamos el sentido que tiene nuestra existencia. Seguramente por eso Fito Paez expresa en su canción: “Nadie puede, y nadie debe vivir sin amor”. La metáfora del catorce de febrero, quizás persigue recordarnos eso de forma especial, así sea una vez al año. Por eso, yo no lo veo como un día de Marketing, sino como una licencia creativa para recordarnos que sí podemos ser conscientes del placer de la conexión. 

Para estos tiempos también le llaman el día del amor y la amistad, incluyendo este último aspecto, quizás, para ampliar un poco más el espectro del amor compartido. Pero el amor romántico es divino y duele no tenerlo cuando se anhela de corazón. 

¿Qué hacer cuando la soledad nos ataca en un día así? Hay quienes ni reparan en ello; pero los más sensibles, que aún no han emprendido el trabajo interno para desarrollar su autoestima, quizás es un día de nostalgia, vacío e incluso duelo. Yo me curé hace años de esto, y si bien anhelo con toda el alma disfrutar de una relación romántica, tengo claro que nací y me iré de esta vida sola; así que decidí vivir felizmente casada conmigo misma. 

De forma creativa y jocosa me procuro yo misma los chuches, las flores y las cenas románticas. Es todo un logro de amor, sentirte divina y plena en la mesa de un restaurante sin necesidad de tener nada de compañía. Y es que de eso también se trata el amor: tener el coraje de saber disfrutar de la propia esencia presente, sean cuales sean las circunstancias. 

Con el tiempo entendí, que la soledad tiene un propósito trascendente en la vida, y que gracias a ella, hay una oportunidad para descubrir la verdadera naturaleza del amor en relación con todo dentro de uno mismo. Por eso me di cuenta de que el mensaje de la soledad implica despertar el coraje de asumir esa forma del amor que traspasa el umbral del miedo para enfrentar los monstruos internos, hasta sanarlos de raíz. Una vez que te reconcilias con tus propias sombras, el espectro del amor cambia, y sabes sentirte amado estando acompañado o no. Resulta tremendamente liberador darte cuenta de que el gran amor de tu vida siempre serás tú, porque todo en la vida tarde o temprano pasa, pero la única persona con la que te acostarás y despertarás para siempre, es contigo. 

Seguramente San Valentin y San Antonio aún no han respondido a mis peticiones, para hacerme ver que soy capaz de sentir la presencia del amor estando sola, sin sentir desolación. Qué gran lección. 

 

Raquel Méndez Manno @elblogueoderaquel

Autora. Copywriter. Marketing Digital. Comunicación con-ciencia. Renacedora

 

Autor: Raquel Mendez